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martes, 12 de febrero de 2013

No todo es culpa del árbitro


Para variar, la jornada 6 del Clausura 2013 en México volvió a tener en un arbitraje el tema más comentado de la semana, sin importar los buenos juegos que se disputaron, algunos golazos y varios llenos en estadios que se estaban desacostumbrando a tener todos sus espacios ocupados. Y para que la polémica arbitral se magnifique, qué mejor que uno de los equipos sea el América. Esta vez fue el “perjudicado” por la actuación de Miguel Ángel Flores, en la visita que le hicieron al campeón Xolos en la frontera.

El punto de quiebre del trabajo de Miguel Flores se dio a los pocos segundos de iniciado el partido. En una disputa del balón entre el americanista Rubens Sambueza y el fronterizo Nuñez, se da un altercado que deriva en la amonestación para el amarillo por provocar a su adversario. Fue el típico caso en que un contrario cae al suelo, el que queda en pie se le “monta” literalmente y en el forcejeo por soltarse, vuelan algunas patadas, golpes y palabras poco amistosas entre ambos. La amarilla para Rubens es correcta, aunque queda la duda de que el local se pudo llevar su dosis por la misma causa. 

Las tarjetas amarillas tienen la misión principal de poner un preventivo al infractor, pero también para los 21 jugadores restantes, que deben detectar el criterio a utilizar por el juez en el resto del juego.

Cuando se señala el penal en contra de Tijuana, muy claro por cierto, Fernando Arce protesta más de lo permitido y se pinta del color del rival. Hasta aquí, el balance de decisiones es equitativo. Amarilla para el visitante por provocar, después un penal inobjetable contra el equipo local y la clara amonestación por la desaprobación infundada.

Después del gol del América, la intensidad del juego sube, las patadas también comienzan a escalar y es cuando nuevamente vienen dos señales muy claras del árbitro de cómo pretende controlar el partido. En jugadas prácticamente consecutivas, Oswaldo Martínez y “Maza” Rodríguez ven el cartón amarillo en los minutos 18 y 19, ambas por juego brusco. El mensaje era claro, los visitantes estaban metiendo la pierna de más y no se iba a permitir.

Después de reanudarse el juego por la amonestación a Rodríguez, viene una tercera falta consecutiva, ahora de Sambueza, que si bien no patea a Riascos, sí lo golpea con el brazo en el pecho. Como dice el dicho que la tercera es la vencida, así fue. A pesar de las dos advertencias, los jugadores del América no disminuyeron su intensidad y fuerza al disputar temerariamente el balón, que pagó Rubens con su segunda amonestación. En un error claro de desconcentración y falta de liderazgo, en las protestas por la roja a Sambueza, Mosquera se va de la lengua y lo pintan de amarillo. Una muestra más de que el criterio seguía intacto; Arce hizo lo mismo 10 minutos antes y obtuvo el mismo resultado.

Hubo un pequeño lapso en el que los americanistas parecieron calmar un poco su ímpetu, pero sólo les duró 16 minutos. Los criterios arbitrales no caducan con el paso de los minutos, ni después de tener uno o más amonestados y expulsados previos. Mosquera le atizó fuerte a Fernando Arce por la espalda y se ganó su invitación a la fiesta solitaria de Sambueza en el vestidor. Hasta ese momento, con cuatro amonestaciones y dos expulsiones a cuestas, América pareció entender el criterio de Miguel Flores y mantuvieron la casilla de castigos disciplinarios en cero el resto del partido. Por parte de Tijuana llegó una amonestación más hasta el minuto 83 a Gandolfi por juego brusco.

Las principales quejas contra el arbitraje fueron acerca del “abaratamiento” de las tarjetas. Voy a conceder, sin admitir, que pueda ser cierto. La cuestión no va por ahí, sino por la falta de capacidad del jugador por leer la táctica arbitral. Miguel Herrera habrá dado una charla técnica muy extensa de cómo reaccionar ante diversos escenarios del juego, basado en el desempeño del rival, pero seguramente no dijo nada del arbitraje. Sus jugadores sabían qué hacer en un saque de esquina en contra, pero no supieron cómo comportarse ante una amonestación temprana.

Miguel Flores pudo tener un criterio exigente, pero siempre fue el mismo, sin importar el color de la camiseta. Las expulsiones no fueron directas, producto de una precipitación o una mala apreciación; fueron derivadas de un desarrollo muy claro y como consecuencia de los parámetros que estableció desde el primer minuto del partido.

En esta ocasión no tengo manera de responsabilizar al árbitro de “echar a perder el partido”, como se dijo y escribió en muchas partes durante el fin de semana. Rubens Sambueza y Aquivaldo Mosquera, con su falta de capacidad para detectar un criterio arbitral, son los únicos responsables de haber puesto en peligro el triunfo de su equipo, que al final, con una gran dosis de huevos de sus nueve compañeros y la inteligencia que les faltó a ellos, se trajo un triunfo de oro de la frontera.

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